1.- Es la única que no conoce la depresión de septiembre y llega
al trabajo con una sonrisa desencajándole las mandíbulas ante la perspectiva de
poder pasarse ocho horas enteras sin tener que echar cremas hasta la
dislocación de muñecas, inflar manguitos hasta la hiperventilación o jugar al
Monopoly hasta la locura extrema o el parricidio. O ambas cosas.
2.- Llega con los ojos inyectados en sangre y no por haberse
pasado el mes de agosto de fiesta en fiesta sino porque sus pupilas han
soportado estoicamente una cantidad indefinida de palazos de arena que le han
ido lanzando sus asalvajados hijos, con sus pedruscos y sus colillas machacadas
en plan regalo playero súpersorpresa.
3.- Llega más cansada de como se fue porque las vacaciones con
hijos son de todo menos vacaciones. Y si te crees que al menos podrás dormir,
vas lista, porque existe una energía secreta y misteriosa que hace que los
niños se levanten aún más temprano en vacaciones aunque se hayan acostado a las
tantas y en época de colegio haya que despegarlos con espátula y amenazas
pandilleras.
4.- La madre postvacacional no está morena. Ni blanca tampoco. Al
menos no por todos los sitios. Que echarse crema de una sola vez y de una
manera tranquila sin tener que parar dos millones de veces para salvar a los
vástagos de comer arena en plan bulimia playera, morir ahogados en la orilla o con
los pies achicharrados en mitad de la sabana, es imposible, así que una se echa
lo que puede por donde puede y cuando puede. Lo bueno es que ahora pueden
fingir que son tatuajes solares en plan abstracto. Y quedar divinamente.
5.- Es la única que llega más delgada porque vivir unas
vacaciones con hijos es como si te secuestra el Estado Islámico. Muerte y
destrucción. Así que aunque la criatura tenga la suerte de poder comerse el
plato entero, gastará sus calorías corriendo detrás de las bestias o atarragando
con los dos mil cacharros que todo niño lleva consigo en verano como si fueran
complementos de la Barbie Malibú. Los cubitos, las palas y rastrillos, los
manguitos, los colchones, las toallas para tumbarse y las de secarse, la tabla
de surf de los chinos, el nenuco tuerto y el coche de la Barbie que le dierona la pelirroja
en el McDonalds y por el que se matan vivos. Ríete tú de los biceps de Rafa Mora.